28 de agosto de 2017

Las tareas del hogar nos han unido. Tal vez de eso, al fin y al cabo, se tratan los campus de verano

Al principio de las vacaciones propuse a mis hijos ir al 'casal' de verano. Por una sola vez en la vida estuvieron los tres de acuerdo: resonó en la sala un rotundo "no". "Pero si haréis juegos de agua y estaréis con vuestros amigos", pronuncié a modo de súplica. Nada de nada, estaban decididos a estar en casa. De manera que me dispuse a planear una venganza sutil pero contundente. "Van arreglados estos chiquillos si creen que podrán ver la tele y comer galletas todo el día", mascullé entre dientes.

Así es como en julio organicé en mi casa un campus de las tareas del hogar. Sí, sí, tal como lo leen. A primera hora toca hacerse la cama. A continuación, preparan el desayuno. Ya han aprendido a lavar los platos y luego barrer el suelo. Acto seguido los mando a vestirse y toca sesión de colada: mientras uno tiende la ropa, el otro recoge la del día anterior y la pequeña ya ha aprendido a doblar los calcetines. El primer día se quejaron mucho. El segundo aún refunfuñaban, y ahora que llevamos varias semanas lo hacen solos sin necesidad de recurrir a los chantajes, los sobornos o las amenazas.

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