29 de agosto de 2017

Las empleadas del hogar

La última vez que hospitalizaron a mi madre entendí la gravedad de su estado por una indiscreción, no por una extensa y completa explicación médica que es lo que hubiera sido deseable. Fue una enfermera quien le dijo a la chica que había estado cuidando a mi madre durante los últimos años: «ve buscando otro trabajo». Así. Así de directo, de crudo y de inhumano. Para mí, claro. Para ella, era el mejor consejo que podían darle pero para mí fue como una catana que me abriera en canal. Hasta la fecha. Solo espero que mi madre no lo oyera. Y aunque el tacto del personal sanitario fue entonces el de un erizo, su intención era buena: evitar a una empleada del servicio doméstico que estuviera mucho tiempo sin trabajo. No era ninguna frivolidad.

Las personas en su situación no cobran paro, difícilmente reclaman indemnización por despido y tienen que elegir entre trabajar sin contrato ni cobertura legal o cobrar una miseria. O ambas cosas.

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